Tome las palabras, péselas, mézalas, vea la manera como se unen, lo que expresan, descifre el airecillo bellaco con que dicen una cosa por otra y venga a decirme si no se siente mejor después de haberlas desollado. A las palabras hay que arrancarles la piel. No hay otra manera para entender de qué están hechas.

 

José Saramago


 

Poema de amorosa raíz


Antes que el viento fuera mar volcado,
que la noche se unciera su vestido de luto
y que estrellas y luna fincaran sobre el cielo
la albura de sus cuerpos

Antes que luz, que sombra y que montaña
miraran levantarse las almas de sus cúspides;
primero que algo fuera flotando bajo el aire;
tiempo antes que el principio.

Cuando aún no nacía la esperanza
ni vagaban los ángeles en su firme blancura;
cuando el agua no estaba ni en la ciencia de Dios;
antes, antes, muy antes.

Cuando aún no había flores en las sendas
porque las sendas no eran ni las flores estaban;
cuando azul no era el cielo ni rojas las hormigas,
ya éramos tú y yo.


Alí Chumacero

 

El alma humana es un manicomio de caricaturas. Si un alma pudiera revelarse con verdad, no hubiese un pudor más profundo que todas las vergüenzas conocidas y definidas, seria, como dicen de la verdad, un pozo, pero un pozo siniestro lleno de ecos vagos, habitado por vidas innobles, viscosidades sin vida, babosas sin ser, mucosidades de la subjetividad. 

 

                                                                            Fernando Pessoa

 

CUENTO SOBRE LA ESTUPIDEZ CIENTÍFICA

 

He aquí un cuento que el Maestro contó a un filósofo 
que quiso saber por qué la inteligencia podía ser un
obstáculo  para alcanzar la Iluminación.

 

Érase un avión en el que iban sólo tres 
pasajeros: un famoso científico, un boy scout
y un obispo.  El avión sufrió una avería, y
el piloto anunció que él se largaba, pero que
únicamente había tres paracaídas, y uno era
para él:los tres pasajeros deberían decidir
quién de ellos debía quedarse.

 

Dijo entonces el científico:”Puesto que yo
soy un hombre necesario para el país, supongo 
que uno de los paracaídas ha de ser para mí".
Dicho lo cual, agarró uno y saltó afuera.

 

El obispo miró al boy scout y le dijo: 


"Hijo mío, yo ya he vivido mucho, por lo que
creo que lo más lógico es que el paracaídas
restante sea para ti.  No me importa morir".


“No será necesario, señor obispo", dijo el
boy scout.  "Todavía quedan dos paracaídas,
porque ese tipo ha saltado con mi mochila". 

Y añadió el Maestro:”De ordinario, la inteligencia 
no da cabida al conocimiento".

 

 

Anthony de Mello.

 

 

La vida es un caos donde uno está perdido. El hombre lo sospecha; pero le aterra encontrarse cara a cara con esa terrible realidad y procura ocultarla con un telón fantasmagórico, donde todo está muy claro. Le trae sin cuidado que sus ‘ideas’ no sean verdaderas; las emplea como trincheras para defenderse de su vida, como aspavientos para ahuyentar la realidad…

 

Ortega y Gasset